Domingo por la tarde, 1998.

Creo que ya he escrito este post. 

En algún momento lo hice, pero tras tantos años y tantos escritos uno se repite como la sopa de la doctora Peña. Recuerdo el primer concierto de Ismael Serrano al que fuí: unas fiestas de la Mercè de Barcelona, 1998. En esa época acababa de adoptar un gato, la primera mujer que vino a ocupar mi cama, y mi casa se había largado corriendo y con vértigo y tonteaba con una sueca, Carina, con unas piernas infinitas, un sexo despoblado antes del cambio de milenio, y con ganas de morder a todas horas.

Lo recuerdo de lejos, con un Falafel en la mano y una Cerveza en los pies, una de tantas, o acabaron siendo un montón? Solo, disfrutando sin prisas, alguien que en su momento hace 22 años, me parecía a mi Serrat del cambio de siglo. Pero para que comparar si al final Ismael es distinto y mil veces mejor que el Xaval del Poble Sec.

Me recuerdo con unos levis, una camiseta blanca unas chanclas (mi patrimonio) y un Chester en los labios. Mi abuela había muerto ese año creo, y la reconocía como el paradigma de la dulzura más extrema.

Recuerdo que era domingo y que la tarde tenia esos guisos crepusculares de setiembre. El sol se pone sin prisas y sabes, que por más que oscurezca, como mucho refrescará, los cielos son de un rojo desgastado pre-instagram, y en esa época el costo se compraba por talegos, y las ostias se repartían, aun, como panes en los bares. 

Me quedé atónito, cuando con la guitarra en ristre empezó a tocar una de sus canciones, no tengo ni idea de cual fue, pero creo que ese día descubrí que no seria poeta, que pasaría mis años como los he pasado, escribiendo de vez en cuando y pensando que mi vida seria distinta si hubiera aprendido en su momento a tocar la guitarra de verdad. Tres compases, un porro, dos besos y andarse solo me dijo una vez un mariachi en plaza Garibaldi, y definitivamente esta ha sido un poco la historia de mi vida. Andarse solo.

Han venido millones de viajes, algunas mujeres, pocas suecas y menos de aquí, pero algunas, y siempre he tenido la tentación de cantarles algo con mi guitarra que duerme, llena de polvo cerca de la cama donde dormito y últimamente, envejezco.

Que complicado verse las arrugas en la cara, cuando aun sin pestañear me siento solo, limpio, independiente y fuerte como ese día en el que descubrí a Ismael.

Me ha seguido por todas partes y Mónica, esa chica bajita con ojos azules a quien tanto traicioné se aseguró de tres cosas: de que mi gata continuara conmigo, que todos los discos de Ismael me siguieran en mil mudanzas y quizás lo peor, que siempre me acordara de lo malo y bastardo que fuí con ella. Pero claro… como se puede ser buena gente con 26 años…. 

Si lo hubiera sido, hoy estaría muerto en alguna cuneta.

El tiempo me ha demostrado que en la vida, guitarra y sonrisa en ristre se muere menos, me ha confesado mil veces que la mentira hiere pero que los malos mueren de noche, y sobretodo me ha enseñado a sonreír con pereza en los momentos mas aciagos.

Como dice Ismael, la vida es eterna en cinco minutos. Y recuerdo esa hora y media un domingo por la tarde, sin ti. Sin nadie.

One Comment Add yours

  1. Carole ha dit:

    Triste récit…Je ne pensais pas que tu avais un chat à cette époque ni que tu voulais jouer de la Guitare…les dimanches après midi, il y en a eu quelques uns à Poitiers à cette époque non ?

    M'agrada

Deixa un comentari

Fill in your details below or click an icon to log in:

WordPress.com Logo

Esteu comentant fent servir el compte WordPress.com. Log Out /  Canvia )

Twitter picture

Esteu comentant fent servir el compte Twitter. Log Out /  Canvia )

Facebook photo

Esteu comentant fent servir el compte Facebook. Log Out /  Canvia )

S'està connectant a %s