Paseando a Mister Jim

porque al fin y al cabo paseando a Mister Jim te das cuenta que la vida es eterna, aunque no sea verdad para nadie más que para él.

No debo morir, aún no.

La vida me aprieta como una corbata mal puesta o un garrote vil, y me grita al oído, desgarradoramente, palabras concisas, precisas y preciosas, talismanes y mantras absurdamente simples y sencillos, absurdamente prácticos

Post Mortem de Al Fenici.

En fin, tampoco hay para tanto, como habré sido alcalde ya me habré puesto yo mismo el nombre a una calle, cambiaré el nombre de mi calle y le pondré el mio, y juro y prometo que también habré cambiado el nombre al Gimnasio del pueblo, (antro de perversión y hongos) por el de Gimnasio Andreu Francisco.