Es justo en ese momento de redención espontánea, en ese instante de liberación repentina, cuando todo parece brillar con una belleza exagerada y los cinco sentidos se me colapsan en una única percepción: ella.

Es justo en ese momento de catarsis súbita cuando eclosiono fuertemente perdiendo la completa noción de la realidad, y sin quererlo, entre delirios abstractos o conceptuales, me sorprendo a mí mismo creyendo en la existencia de algo que me trasciende.

Es justo en ese momento cuando me doblego a una fuerza superior, a una fuerza que me maneja como a una marioneta, a una fuerza divina que erige la humanidad entera y rige el universo desde abajo, desde la tierra, anclada a su núcleo con férreos tacones de aguja y armada con flamantes labios rojos.

Es justo en ese momento cuando me doblego a la mujer, a la mejor de todas ellas: la mujer desconocida.

Esa mujer que está a punto…